Hace dos años mis catequistas me animaron a apuntarme junto
con otros jóvenes de la parroquia Santa María de Dios de Tres Cantos a un
programa de voluntariado organizado por la Orden de Malta. Consistía en ir a
una iglesia muy cerca de Atocha a repartir desayunos. Me apunté sin dudarlo con
la ilusión de ayudar y fue una gran experiencia.
El día 5 de marzo de este año me tocaba a mí volver, pero
esta vez nos explicaron que en vez de ser en el mismo lugar, iríamos al comedor
social San Juan Bautista, así que volvía a ser una situación nueva para mí.
Cuando los coordinadores nos recibieron, nos explicaron cómo funcionaba el
comedor y todo lo que teníamos que hacer, nos dieron nuestros delantales y todos
los voluntarios nos pusimos manos a la obra. Esta vez, al ser un comedor, no
fue necesario montar una carpa ni nada por el estilo, así que todo se agilizó
bastante.
Al principio estuve con el resto de amigas que venían
conmigo preparando todo lo necesario para el desayuno y al rato comenzó a
llegar la gente. Muchos de ellos comentaban que el nuevo comedor estaba mucho
mejor, ya que estaba aclimatado y así podían quedarse un rato charlando con el
resto y entrando en calor. Y aquí es donde llega la mejor parte, porque además
de ponerles un café o un caldo a las personas que van llegando, tienes la
oportunidad de sentarte con ellos a hablar y pasar un rato agradable, y te das
cuenta que no es precisamente el desayuno lo que más les ayuda, sino la
compañía y el que sientan que hay personas dispuestas a escucharles e
interesarse por su situación. De hecho, me atrevería a decir que con
experiencias como esta, salimos ganando los voluntarios cada vez que vemos el
agradecimiento y la confianza que nos dan cada domingo. Gracias a todos.
Laura
R.
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